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LA RIVAL.
 
Me encontraba sentada frente a mi marido gozando de un delicioso pisco sour y de gratas melodías, mientras comentábamos los pequeños incidentes del día que llegaba a su fin en espera del llamado a comer, cuando sonó el teléfono.
El se levanto a contestar, y por su voz y el apremio que mostró, me di cuenta que era “ella” quien lo llamaba. Experimente un rencor profundo, senti que la odiaba con toda mi alma, ¿con que derecho se atrevía a molestarnos en esa hora tan intima, tan nuestra? No vallas, le suplique, por esta vez que sea no vallas.
Tu bien sabes que no puedo, me contesto, cuando ella me llama tengo que ir. Y partió precipitadamente. Allí me quede clavada en mi sillón, sin poder seguir degustando mi trago, ni escuchar música, solo pensando rencorosamente en ella, que una vez mas había interrumpido nuestro agradable atardecer. Nos llamaron a comer, su sitio en al mesa quedo vacío, los niños comentaban con orgullo que su papa había ido a juntarse con ella, ellos también la amaban. Las niñas se quejaron que su padre pasaba mas tiempo en su casa que en la nuestra y nuestro hijo mayor, ya de 17 años, comento con un dejo de envidia y esperanzas, que en algún tiempo mas el también iría a su casa con todo derecho. Me dije con amargura: “pronto será Francisco Javier, en unos cinco o seis años mas le seguiría Lino Andrés, luego Ignacio Rodrigo y por ultimo Alfonso, mi pequeño Alfonso, y yo me quedaría sin hijos, sin marido, pues ella era una verdadera devoradora de hombres” . Afortunadamente tengo dos niñas que por su condición femenina no podrán ser sus amantes, pero seguramente llegaran a casarse con alguno de los amantes de ella, y así se cerrara este ciclo de toda una familia atrapadas en las redes de ella, la “deboradora de hombres”.
La conversación siguió en el mismo tenor toda la comida. Yo me quejaba que durante nuestros diecisiete años de padres, yo había tenido que asumir los roles de padre y madre a la vez por culpa de ella, que ocupaba casi todas las horas libres de dejaba el trabajo de mi marido, quien no siempre venia a comer y hubo ocasiones que se quedo a dormir con ella. ¡Habrase visto tanta sinverguenzura!
Las únicas veces que he tenido a mi marido para mi sola es cuando vamos a nuestra casa en la cordillera; pero allí tampoco es totalmente mío, pues piensa en ella continuamente y se pregunta a cada rato: ¿Cuántas veces me habrá llamado este fin de semana? Y yo todo esto lo tengo que soportar resignadamente, por lo que el me dijo antes de casarnos, que durante el resto de mi vida tendría que soportar a su amante, ya que jamás la dejaría y hasta ofrendaría su vida por ella si fuese necesario y yo probablemente me quedaría sola para siempre, ya que ella seria la preferida, su primer y ultimo amor.
Pero a pesar de esta doble vida del hombre que amo más que nadie en el mundo hemos sido inmensamente felices y paradojicamente, ella ha contribuido a nuestra felicidad. Hemos compartido juntas los momentos más felices de nuestras existencias, nuestro matrimonio, el nacimiento de nuestros hijos, nuestros aniversarios de bodas, nuestras navidades y años nuevos. Las mejores fiestas sociales han sido en su casa: el viejito pascuero visita a nuestros hijos y a los hijos de nuestros amigos en su casa.
Por que ella es mi enemiga, mi rival que me llama a mi hombre en los momentos mas intempestivos, pero es también mi amiga muy querida, que llevo dentro de mi corazón, en quien pienso siempre con cariño fraternal y a quien trato de ayudar dentro de mis escasos medios, por quien me desvelo pensando como arreglar su casa para que se vea mas bonita y acogedora, pues ambas tenemos algo muy grande en común. Amamos al mismo hombre.
Son las once y media de la noche y solitaria en mi alcoba, me dispongo a acostarme, cuando siento la puerta del antejardín, es el que vuelve a casa cansado, sucio, oliendo a humo.
Es el que vuelve después de haber dado todo su esfuerzo y dedicación a “ella”: LA TERCERA COMPAÑÍA DE BOMBEROS DE CONCHALI.
 
 
 ANÓNIMO
 

 
 

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